Este puente hemos tenido una invitada en el talde; dos de mis amigas conocieron a una chica colombiana en Inglaterra de la que se hicieron muy amigas y esta es la primera vez que la ven desde entonces. Paseando ayer con esta chica por el casco viejo de Bilbao nos pregunto en que pueblo era donde pasaba lo de ETA. Le dijimos que no era ningún pueblo en concreto. Ella nos dijo que en que parte entonces, y le explicamos que era en todo Euskal Herria, que mucha gente de fuera pensaba que aquí vivimos esquivando balas y que las bombas estallan sin cesar. Ella nos dijo que con Colombia pasaba lo mismo, que mucha gente no quiere ir allí porque piensan que no es un lugar seguro.
Esto me ha hecho pensar en que todos tenemos prejuicios sobre otros lugares, en los que nunca hemos estado, y sobre las gentes de otros países que no hemos conocido. Se dice que los catalanes son muy tacaños, que los madrileños son muy chulos, asociamos en seguida la imagen nazi con los alemanes, pensamos que todos los africanos son negros y que los cubanos se pasan el día bailando. Tal vez estos ejemplos no sean muy buenos, pero pensarlo, hay miles de ejemplos y estos no van muy desencaminados.
Tendemos, sin darnos cuenta, ha tener ciertos juicios ya hechos sin haber conocido el lugar. Los pobres deberían ser infelices y menos hospitalarios que los que disponen de todo. Y sin embargo no dejo de oír historias de gente que ha viajado a países tercermundistas en los que la gente les ha abierto la puerta de su casa y ha compartido con ellos la poca comida de la que disponen. ¡Y a nosotros nos cuesta compartir nuestros bienes con nuestros conocidos, o lo hacemos a regañadientes! Aunque tampoco conviene generalizar, esto no siempre es así, hay gente pobre muy desconfiada y gente con posibilidades muy generosa.
Sería lógico pensar que en los países pobres los hurtos y robos son más frecuentes debido a la necesidad de la gente. Pero, en los 5-6 años que lleva una tía mía viajando por América latina, Asia y Oceanía nunca había perdido su bolso de mano hasta que lo dejo en un hotel de Sidney para que se lo llevasen al autobús. Me contaba que muchas veces lo había dejado en los hoteles más baratos de Tailandia, Nepal, etc. y nunca había pasado nada hasta entonces.
Es curioso ver como, según vas creciendo y conociendo más del mundo que te rodea, los prejuicios que tenías se van desmoronando uno a uno y te vas dando cuenta de que no eres de una manera u otra según donde hayas nacido, solo tienes más o menos posibilidades de vivir bien.
Esto me ha hecho pensar en que todos tenemos prejuicios sobre otros lugares, en los que nunca hemos estado, y sobre las gentes de otros países que no hemos conocido. Se dice que los catalanes son muy tacaños, que los madrileños son muy chulos, asociamos en seguida la imagen nazi con los alemanes, pensamos que todos los africanos son negros y que los cubanos se pasan el día bailando. Tal vez estos ejemplos no sean muy buenos, pero pensarlo, hay miles de ejemplos y estos no van muy desencaminados.
Tendemos, sin darnos cuenta, ha tener ciertos juicios ya hechos sin haber conocido el lugar. Los pobres deberían ser infelices y menos hospitalarios que los que disponen de todo. Y sin embargo no dejo de oír historias de gente que ha viajado a países tercermundistas en los que la gente les ha abierto la puerta de su casa y ha compartido con ellos la poca comida de la que disponen. ¡Y a nosotros nos cuesta compartir nuestros bienes con nuestros conocidos, o lo hacemos a regañadientes! Aunque tampoco conviene generalizar, esto no siempre es así, hay gente pobre muy desconfiada y gente con posibilidades muy generosa.
Sería lógico pensar que en los países pobres los hurtos y robos son más frecuentes debido a la necesidad de la gente. Pero, en los 5-6 años que lleva una tía mía viajando por América latina, Asia y Oceanía nunca había perdido su bolso de mano hasta que lo dejo en un hotel de Sidney para que se lo llevasen al autobús. Me contaba que muchas veces lo había dejado en los hoteles más baratos de Tailandia, Nepal, etc. y nunca había pasado nada hasta entonces.
Es curioso ver como, según vas creciendo y conociendo más del mundo que te rodea, los prejuicios que tenías se van desmoronando uno a uno y te vas dando cuenta de que no eres de una manera u otra según donde hayas nacido, solo tienes más o menos posibilidades de vivir bien.
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