miércoles, 23 de mayo de 2007

Hagamos justicia




La inmigración es un tema que aparece cada poco tiempo en las noticias. La última vez que me junte con mi familia también salió a relucir este tema y comentaron un hecho que últimamente he oído muchas veces: que los inmigrantes disponen de muchas ayudas y que gente de aquí en la misma situación no recibe nada por parte de la diputación.

No se hasta que punto esto será cierto, pero lo que es verdad es que cada vez más gente se queja de que en la misma situación de precariedad o desamparo el inmigrante recibe ayudas, por ser inmigrante, y alguien nacido aquí no. Hablando con mi familia llegamos a la conclusión de que esto debía ser consecuencia de los presupuestos. Esto es, seguramente la diputación actuará en base a la gravedad de la situación, no el lugar de procedencia. Pero si el dinero destinado a ayudar a los nacidos aquí se agota, por muy grave que sea la situación, no harán nada. Sin embargo, un inmigrante recibirá la ayuda porque el presupuesto destinado a ellos todavía tiene fondos. No se trata de favorecer a los inmigrantes, si no que mucha gente de aquí ya ha pedido la ayuda económica y no queda más.
Llegados ha este punto, muchos de mi familia opinaron que siendo ese el caso habría que quitar parte del dinero destinado a inmigrantes. Yo pienso que tal vez debería aumentarse la cantidad destinada a los nacidos aquí; pero quitarles dinero a los inmigrantes, ¿por qué? ¿En el caso contrario se pediría que les restásemos ayuda a los de aquí? No lo creo.
Entiendo que no te parezca normal que gente de tu tierra no reciba ayuda y alguien que no lo es sí la reciba. Pero ellos se merecen toda la ayuda que podamos darles, ya que es mucho lo que ellos nos han dado, o lo que les hemos arrebatado. Cuando la gente acusa a los inmigrantes de venir aquí "a robarnos el trabajo" parece que se les olvida que nosotros hace no tanto también emigramos a sus países " a robarles el trabajo". Dudo mucho que alguien se trasladara a África, pero fueron muchos los que se instalaron en América Latina.
Tal vez mi postura sea muy drástica, pero no puedo evitar sentirme culpable, no yo como persona sino como parte del gran monstruo que ha sido y es occidente. Cuando llegamos a América nos apoderamos de sus tierras, matamos sus culturas e impusimos nuestra religión y nuestras costumbres. Destrozamos sus habitas e intentamos destruir su forma de vida, condenándoles a vivir en reservas si querían mantenerla. Cuando los productos y riquezas de América resultaron insuficientes decidimos ir a por África: supongo que os contarían esto al estudiar geografía, ¿os habéis fijado en que los limites que separan los países de África son lineas rectas? Es porque los países europeos llegaron a un acuerdo sobre que zona ocuparía cada uno y se la repartieron en consecuencia. Cada país aprovecho su colonia al máximo y cuando ya no pudo exprimirla más o dejo de interesarle, se fue de allí sin preocuparse, dejando los países sumidos en guerras civiles para ver quien se haría con el poder. Y ahora, después de aprovecharnos de ellos, de utilizarlos para nuestros intereses sin preocuparnos por sus habitantes, ahora que no tienen más remedio que pedirnos ayuda, nosotros les imponemos una deuda externa que seguramente jamas podrán llegar a pagar, que aumenta con el paso del tiempo y que no hace más que llenar nuestras arcas de dinero fácil, del que seguramente podríamos prescindir. ¿Cómo podemos ser tan generosos?

Ya lo he dicho, tal vez soy demasiado radical en este asunto. Pero es que ya estoy harta de ver como nos hemos aprovechado y nos aprovechamos de ellos sin sentir remordimiento alguno y como la gente clama justicia porque un inmigrante le "roba" su trabajo, porque esta dispuesto a trabajar por menos que él, o porque ellos reciben ayuda y tú no. Si hablamos de justicia, creo que deberíamos empezar nosotros por arreglar algunas cosillas que llevan ya mucho tiempo sin solucionarse y que realmente no son justas.

miércoles, 16 de mayo de 2007

La complejidad humana


Estando ya a mediados de mayo, es lógico que la gente te pregunte por selectividad: si estas nerviosa, si ya sabes que vas a estudiar, si terminas pronto selectividad... ya sabéis. La verdad es que de momento estoy bastante tranquila, tal vez porque no necesito una nota media muy alta. Pero, quien sabe, quizá dentro de una semana esté muy agobiada y ladré a todo aquel que ronde mi cuarto. Aun así no os penséis que no me preocupa la selectividad; tal vez no tanto como a otros, pero claro que me preocupa. Sobre todo el tema de las correcciones. Como no te dejan ver tu examen y reclamar resulta bastante difícil, nunca sabes como te van a corregir. Y aquí es cuando me asaltan las dudas, "a este profesor le gusta que haga las cosas así" o " a tal otro no le importa que esto se lo planteé de tal modo, ¿pero en selectividad también podré hacerlo así?" Hasta que hace poco me di cuenta de que no lograba nada preocupándome por esto, ya que no depende de mi como o quien me corrija el examen, nada iba a cambiar por más que le diese vueltas al asunto.

Pensando en esto me vino a la mente la facilidad que tenemos los seres humanos (unos más que otros) para complicarnos la vida y sacarle tres pies al gato; y recordé un proverbio que dice algo así como "si un problema tiene solución, no te preocupes; y si no lo tiene ¿para qué preocuparse?". Cuando lo oí por primera vez no lo entendía, no le veía la lógica por más que lo intentase: si una problema tiene solución, habrá que preocuparse en buscarla y si no lo tiene, ¿cómo no voy a preocuparme?, aquí es cuando más debes preocuparte, porque tienes un problema para el que no hay solución.

Con el tiempo me he dado cuenta de que además de ser muy lógico, si hiciésemos caso a este proverbio nos evitaríamos mucho estres. Si algo no depende de ti, si tú no puedes hacer nada para arreglar una situación, si no tiene solución, no malgastes tu tiempo y energía en intentar solucionarlo porque nunca lo conseguirás, nunca llegaras a nada. Es mejor centrarse en algo que si se pueda solucionar, en algo en lo que tus esfuerzos van a merecer la pena y van a dar sus frutos. Suficiente compleja es ya la vida, suficiente estres nos impone ya la sociedad todos los días como para que nos compliquemos más nosotros mismos con cosas que no tienen solución y con las que nunca conseguiremos nada. Es algo bastante razonable, ¿verdad? Pues aunque parezca mentira todos nos obsesionamos alguna vez con algo que no puede arreglarse y le damos una vuelta y otra y otra...

Son seres realmente complejos estos humanos...

sábado, 5 de mayo de 2007

¿Pena de muerte?




No podéis imaginaros mi sorpresa al leer en el blog de una de mis compañeras que el actual Papa, Benedicto XVI, admite la legitimidad de las guerras y de la pena de muerte, pero no la de la eutanasia. A ver si he entendido bien: es legítimo matar gente por un pedazo de tierra, por beneficios económicos, por venganza, pero de ninguna manera se acepta aliviar los sufrimientos de un ser humano induciéndole la muerte. Perdonad, pero no le veo la lógica por ninguna parte.

A favor de la eutanasia, de una muerte digna, no tengo mucho más que añadir a lo ya dicho por mi compañera Iratxe. Por otro lado, las guerras me parecen tan absurdas, que no tendía mucho que decir. No veo que aporten nada bueno, solo consigo ver su lado negativo. No encuentro ningún sentido a estas masacres, por lo que no sabría como argumentar mi postura. Sin embargo, puedo llegar a entender los motivos que podría tener la gente para estar a favor de la pena muerte.

Este es un tema muy polémico, que genera sentimientos encontrados: por un lado esta la familia de la víctima, por otro la del “asesino” y por ultimo el resto del mundo. Yo no conozco lo que se siente estando en la piel de ninguna de las dos familias, por lo que solo puedo hablar humildemente de lo que yo opino respecto a este castigo.

Como ya he dicho, puedo entender que se desee la muerte de aquel que ha matado a un ser querido. Puedo entender el miedo de que algún día se encuentre libre y pueda volver a matar. Puedo entender que no es suficiente con que pase unos cuantos años en la cárcel y luego vuelva a disfrutar de su vida, cuando una persona ya no podrá volver hacerlo por su culpa. Aun así, no creo que la solución resida en matar a esa persona, nunca he creído en la ley del “ojo por ojo, diente por diente”.

Otra de las razones por las que no estoy a favor de la pena de muerte es que pocas veces se puede estar cien por cien seguro de que el acusado sea el culpable del delito. Ante la posibilidad de acabar asesinando a un inocente, yo prefiero no arriesgarme y no matar a nadie. Para asegurarnos de que pague por su delito, en el caso de que sea culpable, pienso que es ya suficiente con la cadena perpetua. Es más, oí hace ya algún tiempo, que la mayoría de los familiares de las victimas admiten que no se sintieron mejor después de la muerte del culpable. Confiesan que pensaban que matando al asesino de su padre, madre, hijo, etc. conseguirían que se hiciese justicia y así tendrían, al fin, paz. Pero no ocurre así. Entonces, ¿para que matar al hijo, padre o madre de otra persona? ¿Por qué causar el mismo sufrimiento que padecemos nosotros a otra familia?

Reconozco que debe ser frustrante ver libre al asesino de un familiar, que se debe sentir una ira incontrolable cuando ves que los años de condena se van reduciendo poco a poco hasta que queda en libertad, pero en vez de apoyar la pena de muerte se debería reclamar una “justa” justicia, que se preocupe del bienestar de la víctima y sus familiares y que procure que este tipo de cosas no sucedan.

Los sentimientos de la venganza y el odio están demasiado arraigados en nuestra especie. Deberíamos aceptar que no hay nada, excepto el tiempo, que ayude a superar la perdida de un ser querido, que no hay formulas mágicas que borren nuestro dolor, y que es justo que el culpable de nuestro sufrimiento pague, pero sin llegar al extremo de matar, ya que eso sí que no tiene vuelta atrás.




martes, 1 de mayo de 2007

Contra los prejuicios


Este puente hemos tenido una invitada en el talde; dos de mis amigas conocieron a una chica colombiana en Inglaterra de la que se hicieron muy amigas y esta es la primera vez que la ven desde entonces. Paseando ayer con esta chica por el casco viejo de Bilbao nos pregunto en que pueblo era donde pasaba lo de ETA. Le dijimos que no era ningún pueblo en concreto. Ella nos dijo que en que parte entonces, y le explicamos que era en todo Euskal Herria, que mucha gente de fuera pensaba que aquí vivimos esquivando balas y que las bombas estallan sin cesar. Ella nos dijo que con Colombia pasaba lo mismo, que mucha gente no quiere ir allí porque piensan que no es un lugar seguro.

Esto me ha hecho pensar en que todos tenemos prejuicios sobre otros lugares, en los que nunca hemos estado, y sobre las gentes de otros países que no hemos conocido. Se dice que los catalanes son muy tacaños, que los madrileños son muy chulos, asociamos en seguida la imagen nazi con los alemanes, pensamos que todos los africanos son negros y que los cubanos se pasan el día bailando. Tal vez estos ejemplos no sean muy buenos, pero pensarlo, hay miles de ejemplos y estos no van muy desencaminados.

Tendemos, sin darnos cuenta, ha tener ciertos juicios ya hechos sin haber conocido el lugar. Los pobres deberían ser infelices y menos hospitalarios que los que disponen de todo. Y sin embargo no dejo de oír historias de gente que ha viajado a países tercermundistas en los que la gente les ha abierto la puerta de su casa y ha compartido con ellos la poca comida de la que disponen. ¡Y a nosotros nos cuesta compartir nuestros bienes con nuestros conocidos, o lo hacemos a regañadientes! Aunque tampoco conviene generalizar, esto no siempre es así, hay gente pobre muy desconfiada y gente con posibilidades muy generosa.

Sería lógico pensar que en los países pobres los hurtos y robos son más frecuentes debido a la necesidad de la gente. Pero, en los 5-6 años que lleva una tía mía viajando por América latina, Asia y Oceanía nunca había perdido su bolso de mano hasta que lo dejo en un hotel de Sidney para que se lo llevasen al autobús. Me contaba que muchas veces lo había dejado en los hoteles más baratos de Tailandia, Nepal, etc. y nunca había pasado nada hasta entonces.

Es curioso ver como, según vas creciendo y conociendo más del mundo que te rodea, los prejuicios que tenías se van desmoronando uno a uno y te vas dando cuenta de que no eres de una manera u otra según donde hayas nacido, solo tienes más o menos posibilidades de vivir bien.