domingo, 15 de abril de 2007

Hijos del odio



Me entristece decir que hasta hace poco yo no sabia nada de este tema. Algún eco lejano me llego cuando se estreno la película Hotel Ruanda, pero no le presté demasiada atención. El pasado lunes leí un reportaje que hablaba sobre el genocidio ocurrido en 1994 en Ruanda, en el que en tan solo cuatro meses murieron 800.000 personas. Este genocidio lo llevó a cabo la tribu hutu, dominante en Ruanda, con intención de exterminar todos lo integrantes de la tribu tutsis, que formaban el 15% de la población del país. Unos cuantos, en su mayoría mujeres, sobrevivieron, pero a un alto precio.

Irónicamente, bajo el Gobierno del líder guerrillero que asumió el poder tras esta matanza, Ruanda se ha convertido en el país más seguro de África y en el menos corrupto. Tal vez sea este país tercermundista el único en el que sus lideres se preocupan por traer prosperidad a sus habitantes. Pero la gente sigue siendo pobre y la situación de algunas es todavía peor.

El precio de la supervivencia fue para las mujeres tutsis la violación. Hay historias de todo tipo, muchas podrían formar parte de novelas, otras superan la imaginación de cualquiera: "Fuimos atacados por una banda de hutus. Uno de ellos me violó una y otra vez durante una hora, y cuando terminó me dejo allí, inconsciente. [...] Mi querida tía había sido asesinada. La habían violado y la sangre fluía de sus partes íntimas. Le habían puesto a su bebé encima. Todo el cuarto estaba lleno de sangre y de muertos, excepto el pequeño que mamaba del pecho de su madre muerta.Me quedé en aquel control de carretera una semana. Les vi matar, violar, arrojar a gente a las fosas. Venían y me violaban. Venía uno, y se iba. Después venía otro, y se iba. No puedo contar cuántos. Cuando acabó el ultimo, le pedí agua. Me trajo un baso. Al beber me di cuenta de que era sangre. El hombre dijo: 'Bebe la sangre de tu hermano y vete'."cuenta Francine Umurungi de 26 años,seropositiva, que cuida de su hija y de la hija de su tía muerta. Historias parecida a esta se repiten. Muchas de estas mujeres, que en aquella época eran niñas de entre 13 y 16 años, quedaron embarazas (se calcula que unas 20.000) y un buen números de ellas están infectadas por el virus del sida. No quieren a sus hijos, algunas los odian, otras no pueden casi ni mirarlos porque les recuerdan las violaciones que sufrieron. Y sus familias no las quieren a ellas. Unas pocas tiene padres, tíos o hermanos que sobrevivieron al genocidio, pero no quieren acogerlas en sus casas ni ayudarlas, porque sus hijos son hijos del enemigo, hijos de la gente que mató a sus madres, hermanos, padres, tíos...

Nadie sufre tanto las consecuencias de aquella matanza como estas mujeres: no tienen ganas de vivir, sueñan con suicidarse, no disfrutan de ser madres. "No me interesa el amor" dice Flaviane Niragire, que confiesa haber pensado en matar a su hijo cuando nació. "A veces me miro a mí misma, y me comparo con gente que tiene sus familias alrededor, y me lamento de no haber muerto en el genocidio. Me pregunto todo el tiempo por qué el genocidio no me mató".

Y yo me pregunto, ¿cuantos de vosotros sabias de esto antes? O,¿cuántos os acordabais de este genocidio? En este mundo de información, en el que supone que uno puede enterarse de lo que pasa en cualquier rincón del mundo, realmente no se presta atención a las noticias que nos llegan. Nos entristecemos un momento por las desgracias ajenas y nos olvidamos rápidamente de lo que acabamos de oír o leer. Yo confieso que no veo el telediario y raramente leo el periódico; no lo hago porque la ignorancia da la felicidad. Prefiero no enterarme de lo que ocurre, ver las noticias realmente me amarga el día. Lo que me gustaría es que la próxima vez que os sintáis desgraciados, que sintáis que el mundo no es justo con vosotros, penséis en la vida de estas mujeres y en la de sus hijos y os replanteéis la gravedad de vuestra situación.

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