domingo, 22 de abril de 2007

Día Mundial de la Tierra



Hoy, Día Internacional de nuestro planeta, me gustaría hablaros de ella, de nuestra madre Tierra, de la madre naturaleza que nos creo.


Muchos de los que me conocéis me habéis hoy hablar millones de veces de este tema y ya os imaginareis lo que voy a decir. Aprovecho este post para repetir una vez más que debemos respetar el medio ambiente, cuidar de la naturaleza, porque somos parte de ella, porque lo que le ocurra a ella repercute en nosotros. Y porque sus recursos no son ilimitados. Estamos acabando con lo que hasta ahora se creía inagotable: la madera y el agua empiezan a escasear, se están convirtiendo en bienes muy valiosos. Durante décadas hemos tomado lo que hemos querido sin devolver nada a cambió, y esto nos está empezando a pasar factura.


Sí, ahora me toca hablaros del cambio climático. Todos habéis oído hablar de él y tenéis aunque sea una ligera idea de lo que es, así que no voy a aburriros explicándolo otra vez. Es cierto que el clima del planeta ha sufrido muchos cambios en la historia(glaciaciones, deshielos...) y puede que lo que empezamos a sufrir ahora también sea un cambio natural. Pero no podemos negar que el clima nunca había cambiado tan rápidamente como ahora, y que esto se debe únicamente a nuestra influencia en la naturaleza. Ya sabéis lo que podéis hacer para intentar mejorar esta situación: reciclar, reutilizar, reducir el gasto de agua... Muchos os preguntaréis porque deberíais molestaros en hacer todo esto, yo os pregunto ¿qué habéis hecho para mereceros la tierra que pisáis, el agua que bebéis, el mar en el que os bañáis?


Tampoco os niego que casi todos los animales producen cambios en su entorno, pero nunca a tan gran escala como nosotros, ni cambios tan profundos. Ninguna especie a acabado con otra como hemos hecho nosotros, porque dependen las unas de las otras para sobrevivir, como nosotros dependemos del medio ambiente. Darwin nos enseño que sobreviven los que mejor se amoldan a su entorno, no los que mejor amoldan su entorno a sus necesidades.


Está en manos de todos salvar nuestra Tierra, conseguir que nuestros hijos conozcan la Tierra como la conocimos nosotros, o un poquito mejor. Solo tenemos que acostumbrarnos a reciclar, a no malgastar el agua... Son pequeños cambios que no cuestan tanto, es cuestión de voluntad.

domingo, 15 de abril de 2007

Hijos del odio



Me entristece decir que hasta hace poco yo no sabia nada de este tema. Algún eco lejano me llego cuando se estreno la película Hotel Ruanda, pero no le presté demasiada atención. El pasado lunes leí un reportaje que hablaba sobre el genocidio ocurrido en 1994 en Ruanda, en el que en tan solo cuatro meses murieron 800.000 personas. Este genocidio lo llevó a cabo la tribu hutu, dominante en Ruanda, con intención de exterminar todos lo integrantes de la tribu tutsis, que formaban el 15% de la población del país. Unos cuantos, en su mayoría mujeres, sobrevivieron, pero a un alto precio.

Irónicamente, bajo el Gobierno del líder guerrillero que asumió el poder tras esta matanza, Ruanda se ha convertido en el país más seguro de África y en el menos corrupto. Tal vez sea este país tercermundista el único en el que sus lideres se preocupan por traer prosperidad a sus habitantes. Pero la gente sigue siendo pobre y la situación de algunas es todavía peor.

El precio de la supervivencia fue para las mujeres tutsis la violación. Hay historias de todo tipo, muchas podrían formar parte de novelas, otras superan la imaginación de cualquiera: "Fuimos atacados por una banda de hutus. Uno de ellos me violó una y otra vez durante una hora, y cuando terminó me dejo allí, inconsciente. [...] Mi querida tía había sido asesinada. La habían violado y la sangre fluía de sus partes íntimas. Le habían puesto a su bebé encima. Todo el cuarto estaba lleno de sangre y de muertos, excepto el pequeño que mamaba del pecho de su madre muerta.Me quedé en aquel control de carretera una semana. Les vi matar, violar, arrojar a gente a las fosas. Venían y me violaban. Venía uno, y se iba. Después venía otro, y se iba. No puedo contar cuántos. Cuando acabó el ultimo, le pedí agua. Me trajo un baso. Al beber me di cuenta de que era sangre. El hombre dijo: 'Bebe la sangre de tu hermano y vete'."cuenta Francine Umurungi de 26 años,seropositiva, que cuida de su hija y de la hija de su tía muerta. Historias parecida a esta se repiten. Muchas de estas mujeres, que en aquella época eran niñas de entre 13 y 16 años, quedaron embarazas (se calcula que unas 20.000) y un buen números de ellas están infectadas por el virus del sida. No quieren a sus hijos, algunas los odian, otras no pueden casi ni mirarlos porque les recuerdan las violaciones que sufrieron. Y sus familias no las quieren a ellas. Unas pocas tiene padres, tíos o hermanos que sobrevivieron al genocidio, pero no quieren acogerlas en sus casas ni ayudarlas, porque sus hijos son hijos del enemigo, hijos de la gente que mató a sus madres, hermanos, padres, tíos...

Nadie sufre tanto las consecuencias de aquella matanza como estas mujeres: no tienen ganas de vivir, sueñan con suicidarse, no disfrutan de ser madres. "No me interesa el amor" dice Flaviane Niragire, que confiesa haber pensado en matar a su hijo cuando nació. "A veces me miro a mí misma, y me comparo con gente que tiene sus familias alrededor, y me lamento de no haber muerto en el genocidio. Me pregunto todo el tiempo por qué el genocidio no me mató".

Y yo me pregunto, ¿cuantos de vosotros sabias de esto antes? O,¿cuántos os acordabais de este genocidio? En este mundo de información, en el que supone que uno puede enterarse de lo que pasa en cualquier rincón del mundo, realmente no se presta atención a las noticias que nos llegan. Nos entristecemos un momento por las desgracias ajenas y nos olvidamos rápidamente de lo que acabamos de oír o leer. Yo confieso que no veo el telediario y raramente leo el periódico; no lo hago porque la ignorancia da la felicidad. Prefiero no enterarme de lo que ocurre, ver las noticias realmente me amarga el día. Lo que me gustaría es que la próxima vez que os sintáis desgraciados, que sintáis que el mundo no es justo con vosotros, penséis en la vida de estas mujeres y en la de sus hijos y os replanteéis la gravedad de vuestra situación.

martes, 3 de abril de 2007

¡Me pido ese puente!




¿Quién no ha dicho alguna vez la famosa frase: “a los 18 me voy de casa”? ¿Quién no ha amenazado alguna vez a sus padres con abandonar el nido familiar, ya sea para conseguir mayores libertades a la hora de salir o porque realmente estaba harto de su situación? Sea como fuere, hoy en día esta es una amenaza difícil de cumplir, porque hay que ser realmente rico para poder abandonar casa donde te criaste a los 18, o incluso a los 30.

El precio de los pisos, ya sea recién construidos, de segunda mano o alquilados, se ha incrementado de manera espectacular en la última década. Es cierto que el ritmo de ascenso de los precios empieza ha estabilizarse, pero las cantidades exigidas por cualquier vivienda siguen siendo abusivas. Hoy en día poca gente puede comprar un piso sin hipotecarse para toda la vida, y puede que algunos dejen las hipotecas en herencia a sus hijos.

Lo cierto es que estos precios son inaccesibles para casi todos, pero los jóvenes lo tenemos aún peor: para que os hagáis una idea un piso modesto en 2006 costaba alrededor de 210.000 euros. En el mismo año el sueldo de un universitario recién titulado en ingeniería informática sin experiencia profesional no llegaba a los 1.200 euros mensuales. Por lo que un piso le costaría ha dicho ingeniero: 210.000/1.200 = 175 mensualidades. Traducido en años serían catorce. Por lo que suponiendo que acabaras la carrera en cinco años sin repetir ni un curso y encontraras trabajo nada más licenciarte, aún tardarías catorce años en poder permitirte comprar un piso (si ahorrases todo lo que ganaras, esto es, suponiendo que otros te vistan, te den de comer, etc.). Si las cuentas no me fallan, podrías irte de casa de tus padres a los… 29. No creo que este sea el caso de nadie, y si lo es realmente esa persona es afortunada; así que te quedan dos opciones: te hipotecas hasta que nazcan tus nietos o echas a tus padres de casa y te quedas con ella (siempre que note echen ellos primero).

El gobierno no aporta soluciones para este problema y los gobernantes locales parecen más preocupados por lucrarse ellos también con este negocio que por buscarle una solución. El único remedio que planteó el gobierno fue el de los famosos pisos de 30 metros cuadrados. Pero aún el precio de estos apartamentos es desorbitado en comparación con el reducido espacio que ofrecen. Por otro lado, alguien que se plantee tener familia no puede hacerlo dignamente en tan reducido espacio, en algún momento tendrá que vender este apartamento y comprar un vivienda en la que puedan vivir tres o más personas.

Pero lo que más me impresiona de todo esto es que con estos precios la gente siga comprando viviendas. Y lo hace, al fin y al cabo siguen construyéndose más y más pisos y cada vez más lejos del núcleo urbano. Hay tenemos, por ejemplo, el caso del polémico plan urbanístico de Andra Mari. Sin ir más lejos, en la lonja debajo de mi casa, están construyendo dos pisos, y asomándome a la ventana puedo ver como reforman otras dos lonjas para convertirlas en apartamentos.

Este problema que parece no tener solución sigue creciendo. Todos nos damos cuenta y en el último año se han convocado varias sentadas pro vivienda digna. Si el gobierno, la diputación o quien sea no empieza a ofrecer soluciones realmente me veo viviendo debajo de un puente, o en casa de mis padres hasta los cumplir 40 años, quien sabe.

domingo, 1 de abril de 2007

¿Cúanto pesa el alma?



21 gramos. O eso dicen los que relacionan la pérdida de esta cantidad de peso al morir con la huida del alma de nuestro cuerpo.

En 1907 el doctor Duncan MacDougall realizó una serie de experimentos con personas que sufrían enfermedades terminales basados en el control de su peso. Concluyó que al morir todos sus pacientes disminuyeron 21 gramos de peso. Más tarde este doctor estadounidense repitió el experimento con perros y éstos no perdieron ni un solo gramo al morir. ¿Cuál es la explicación de todo esto? ¿Real mente tenemos alma, y esta nos abandona al morir?

Lo cierto es que es poco probable. Hay dos maneras de refutar esta afirmación. La primera de ellas sería la científica, ya que parece ser que los experimentos realizados por MacDougall no son muy certeros: realmente es muy difícil establecer el momento de la muerte, pues ésta dura tan solo unos segundos. Por otro lado, es más probable que al fallecer nuestro cuerpo pierda fluidos, aire o sustancias que justifiquen una disminución de nuestro peso. La segundo manera sería la teológica, ya que la religión afirma que el alma es algo espiritual, no físico, por lo que no tendría peso.

Desde tiempos remotos el hombre ha intentado dar una explicación a todos los sucesos que ocurren a su alrededor. Cuando no había ciencias o tecnologías que pudiesen aclarar algún fenómeno se recurría a la religión o la magia para explicar lo sucedido. Y una de las mayores incógnitas de la historia de la humanidad ha sido siempre saber que nos espera tras la muerte. Diferentes religiones han dado diferentes explicaciones ha esta pregunta y casi todas se han basado en la existencia del alma, espíritu o esencia. Es bueno tener fe en que tras esta vida nos espera una recompensa, el problema comienza cuando esa promesa de "algo mejor" limita nuestra vida y se convierte en nuestro único objetivo.

Con los conocimientos que disponemos hoy en día, yo tengo claro que morir no es más que eso; el punto final de la vida y de nuestra existencia. No creo que haya nada más después de esta vida y no entiendo la necesidad de creerlo. Yo soy más de la filosofía carpe diem: vive el momento, disfruta cada segundo. Esto es algo que se nos olvida en el frenético ir y venir de nuestra vida. ¿Por qué vivir esperando que haya algo mejor tras esta vida? Y aunque lo hubiese, ¿por qué no vivir esta al máximo? Esta vida debería ser suficiente, no tendría que hacernos falta ninguna otra para ser felices, para alcanzar nuestros objetivos. Pero como a veces resulta demasiado corta, es mejor no dejar nada para mañana.

Como en todo, cada uno tiene derecho a opinar y a creer en lo que quiera, y ninguna creencia debería ser mejor o más cierta. Puede que tengamos alma o puede que no, puede que exista otra vida tras ésta o puede que la única forma de ser inmortales sea que el mundo nos recuerde. Lo que no parece probable es que el alma pese 21 gramos.